lunes, 15 de diciembre de 2014

La caída del rey.

Ayer te fuiste, te fuiste entre lagrimas de amigos y familiares, conocidos y lejanos espectros de la vida diaria.  Todos los animales del bosque de metal y piedra estaban allí para despedirse de su antiguo león de la sabana.

Fuiste montado en tu carruaje de acero y velocidad, tu antiguo Adonis de la carretera. Por primera vez, eras el pasajero. Cubierto de flores, arrancadas del suelo con más vida de lo que tú estás deseando ahora mismo.

Allí todos, aguardaron la llegada de su viejo león, de su rey caído. Todos esperaban con ansia y desesperación el momento de la apertura de las puertas de la condenada a ser Caronte.

Se levantaron todos y te irguieron, a ti, oh gran rey de la sabana. Muerto, el león se encontraba ante los que un día fueron sus súbditos. Todos lloraron, por su rey. Todos lloraron.

Entre lagrimas, fuiste encerrado en la gran tumba de reyes.

Todos lo vieron. Todos los animales del gran bosque de metal y piedra lo vieron. Menos yo.

La propia imagen del Príncipe Hamlet y de su tío Claudio al mismo tiempo. Una víctima y un verdugo. Ahora soy yo quien va a disfrutar de tu reino. Pero...¿y a qué precio?