miércoles, 10 de febrero de 2016

Ayer fue una de esas noches. Ese tipo de noches en las que me encantaría saber bailar.

Danzar al ritmo de la brisa que se escapaba de cada uno de los suspiros con los que declarabas la guerra a mis tímpanos indefensos. Tus bombas musicales que explotaban, ebullían y ardían sin parar.

Nunca antes pude llegar a desear más poder bailar.

Pero, ¿quién puede bailar cuando no aguanta su propio peso?

Cambiaste sin avisar la ligera metralla resultante de tus suspiros por ráfagas de gritos atronadores que me llegaban sin cesar. Imperantes y escalofriantes.

Razono y comprendo el volumen. Sólo razono.

Nunca antes pude llegar a desear más poder bailar.

Pero, ¿quién puede bailar cuando tiene cemento en los pies?

-Por favor, baila...-

El sonido de tu voz cambiando de bando me hace comprenderlo todo. No puedo bailar.

Y es que los muertos, no saben bailar.

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